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El fundador lo era todo. Una sola mente, una sola voz. Era el gurú que tenía las respuestas precisas. Pero un día se marchó, regresó a la Fuente Infinita. Él era el símbolo de la unidad. Mientras él permaneciera en la cúspide de la pirámide, todo marcharía bien. No habría confusión en la mente de sus seguidores. Todas las respuestas se centraban en él, y ahora que no estaba, las respuestas se encontraban en las instrucciones que dejó en sus libros, en sus conferencias, etc. Pero entonces sucedió algo que cambió todo. Se alzaron nuevos gurús, que ocuparon lugares por debajo del gurú fundador. Y la línea de conexión se rompió. Ya no podías ver directamente al gurú fundador en la cúspide, ahora tenías que escuchar primero a uno de los nuevos gurús. Y entonces la confusión comenzó, cada uno de los nuevos gurús implicaba una mente diferenciada, así que, de pronto, muchas mentes con sus matices y preferencias sutiles comenzaron a aparecer. La coherencia del mensaje espiritual se perdió, a veces sutilmente, a veces más toscamente.

El gurú fundador era como la luz directa del sol. Los nuevos gurús asemejaban a un color dentro de la gama de colores de la luz. Todos formaban parte de esa luz, pero algunos se mostraban más rojos, más azules, más amarillos, y así por el estilo. La percepción pura de la luz se perdió. Entonces surgió la confusión. Discípulos de diferentes gurús comenzaron una guerra sutil. Una sutil enemistad llena de argumentos finamente elaborados surgió en la mente de los seguidores. Donde antes había una unidad perfecta centrada en el gurú fundador, ahora había grupos dentro de los grupos que pugnaban por establecer un ego-gurú. Y entonces la pregunta “¿Quién es tu gurú?” surgió como una forma de “pedirte documentos”. Se crearon jerarquías sutiles. Donde antes había conciencia hacia el gurú fundador, ahora surgieron multitud de mentes fluctuando y pugnando por recibir la gracia del respectivo nuevo gurú.

Lo que antes fue una pirámide perfecta, ahora se convirtió en un sólido geométrico irregular, donde ya era difícil ubicar el centro y la cúspide.

Las enseñanzas perfectas que había dado el gurú perdieron fuerza debido al excesivo personalismo tomado por los nuevos gurús. La personalidad del gurú fundador como modelo, ácarya, fue cayendo en el olvido. Y los estilos de los nuevos gurús fueron tomando dominio en la mente de esa sociedad religiosa. Ya no se hablaba casi de las cualidades del gurú fundador, ahora todos comentaban sobre las historias, anécdotas, viajes, etc., de los nuevos gurús. Eran ahora el centro de atención. Aunque estos nuevos gurús hacían mención de algo escrito o dicho por el gurú fundador, esa frase perdió la esencia del gurú fundador y tomaba ahora una colorida expresión propia de cierto nuevo gurú.

Todo cambió, así, rápidamente. La mayoría ni se dio cuenta. La necesidad de llenar el vacío generado por la partida del gurú fundador hizo que esto sucediese. Todos querían tener el privilegio místico de tener un gurú, aun cuando terminara siendo más un privilegio que una experiencia mística. Hubo unos pocos que se dieron cuenta de lo que pasaba, pero, como siempre, fueron una minoría incomprendida, desacreditada, criticada y minimizada. Algunos no lo soportaron y se alejaron, pues no querían deconstruir la imagen espiritual que tenían del gurú fundador.

Y así como una carroza que tiene los ejes de las ruedas desnivelados… esa sociedad religiosa comenzó a avanzar a sobresaltos y desvíos. Era comprensible entonces que algunos pasajeros de dicha carroza terminaran cayendo y rodando por el suelo, otros prefirieron bajarse y caminar. Otros aceptaron la situación e, incluso, otros consideraron una experiencia divertida y feliz avanzar de esa manera.

Allá en el trascendente mundo espiritual, el gurú fundador contemplaba con decepción lo que sucedía en el planeta Tierra. Mientras tanto, el Infinito Creador le decía:

—No os lamentéis, eso siempre ocurre. No es la primera vez y no será la última. ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres volver otra vez o prefieres elegir a alguien?

El gurú fundador no sabía qué responder, aún tenía esperanza de que alguno de sus discípulos pudiera recuperar su herencia espiritual.

—En verdad subestimé la fuerza sutilmente maligna de Kali-Yuga —dijo el gurú fundador.

—Y eso que aún no has visto lo peor —comentó el Infinito Creador.

—Pues no me digas —respondió apesadumbrado.

—Mejor subamos esa colina llena de árboles hermosos, te mostraré otros universos y lo que está pasando en ellos, te vas a alegrar —le dijo para animarlo.

—Ok, así me das tiempo para decidir si regreso o envío a alguien —respondió el gurú fundador.

Luego de que el Infinito Creador terminó de mostrarle lo que pasaba en otros universos, el gurú fundador se llenó de comprensión y dijo:

—Ahora entiendo perfectamente lo que está pasando. Ellos dicen adorarte, cantan tus nombres, suponen que piensan en un único Dios, el Dios Supremo al que yo intenté guiarlos a través de mis palabras. Pero, en realidad… han creado multitud de versiones de ti en sus mentes… millones de versiones modificadas de ti, que no son tú realmente, son ficciones mentales a las que ellos consideran que es Dios. Así que no te conocen en absoluto, pero creen conocerte. Usan todo lo que yo dejé escrito para sustentar sus múltiples versiones de ti. ¡Increíble!… Han tomado cualidades y naturalezas de tus encarnaciones y las han mezclado una con otra, y luego con otra, todo en sus mentes… y viven creyendo en esas fusiones conceptuales que ellos designan con tu sagrado nombre…

—Ahora lo comprendes… —dijo el Infinito Creador—. Ya le había dicho a Arjuna aquella vez… “De entre muchos miles de hombres, quizás alguno busque la perfección. Y de entre muchos esforzados que la logren, quizás uno sepa de Mi posición…”

—Sin duda, ya lo recuerdo, capítulo 7, texto 3 —respondió el gurú fundador con cierta frustración.

—No te sientas mal, tu labor no ha sido en vano, ya lo verás… te vas a sorprender…

El Infinito Creador animó al gurú fundador tocándole el hombro y sonriendo.

Luego se alejaron conversando.

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