En los antiguos Vedas, se despliegan visiones cósmicas tan vastas como los cielos estrellados que adoramos. En esos textos sagrados, se susurra sobre naves espirituales que emergen de los misteriosos planetas espirituales, cuyas velocidades exceden la fugacidad de la luz. Estos viajes, sin embargo, son exclusivos para las almas iluminadas, aquellos seres cuyos corazones han abrazado la devoción perfecta hacia lo Divino.
Los científicos materialistas llevan muchos años tratando de ir a la Luna, pero todavía no han podido conseguirlo. Sin embargo, los aviones espirituales de los planetas espirituales pueden llevarnos de regreso al hogar, de vuelta a Dios, en un segundo. No podemos ni imaginar la velocidad de esos aviones espirituales. El espíritu es más sutil que la mente, y todo el mundo sabe por propia experiencia lo rápido que la mente viaja de un lugar a otro. Por lo tanto, la única manera de imaginar la rapidez de la forma espiritual es compararla con la velocidad de la mente. El devoto perfecto puede ir de regreso al hogar, de vuelta a Dios, inmediatamente después de abandonar el cuerpo material, en menos de un instante.
S.B. 6.2.44 significado.
Es un viaje sin retorno, un billete solo de ida. No hay tiempo para despedirse de este mundo material, solo se desvanecen los lazos que nos atan a innumerables reencarnaciones, dejando atrás un pasado al que ya no miraremos. Es la trascendencia, el éxtasis de los elegidos, los portadores de la iluminación.
En estas escrituras también se encuentra el eco de la velocidad de la mente, medida en meros destellos de conexión neuronal en el vasto laberinto de nuestro cerebro. Pero, el espíritu, tan sutil y delicado como el perfume de una flor, supera con creces la velocidad de cualquier destello lumínico. Se desliza en el éter cósmico con una prontitud vertiginosa, libre de las ataduras terrenales.
Y llega el momento final, el último suspiro de nuestra existencia terrenal. ¿Seremos testigos del resplandor de una nave espiritual que vendrá a recibirnos? ¿O acaso encontraremos a los yamadutas, ángeles sombríos del inframundo, que nos llevarán con la velocidad del pensamiento a los tormentos de los incontables Patalas, los reinos infernales?
Si, en el instante de nuestra partida, escuchamos el aullido de perros feroces provenientes de dimensiones desconocidas, entonces sabremos que hemos caído en alguno de los infiernos, los patalas. Sin embargo, también habrá nuevas oportunidades de reencarnación, intentos para alcanzar la iluminación que nos eludía. Pero, según los Vedas, primero deberemos transitar por un tiempo en los fuegos purificadores del inframundo, soportando el peso de nuestras faltas.
A thief is put into the hell known as Sandaṁśa. A person who has sexual relations with a woman who is not to be enjoyed is put into the hell known as Taptasūrmi. A person who enjoys sexual relations with animals is put into the hell known as Vajrakaṇṭaka-śālmalī. A person born into an aristocratic or highly placed family but who does not act accordingly is put into the hellish trench of blood, pus and urine called the Vaitaraṇī River. One who lives like an animal is put into the hell called Pūyoda. A person who mercilessly kills animals in the forest without sanction is put into the hell called Prāṇarodha. A person who kills animals in the name of religious sacrifice is put into the hell named Viśasana. A man who forces his wife to drink his semen is put into the hell called Lālābhakṣa. One who sets a fire or administers poison to kill someone is put into the hell known as Sārameyādana. A man who earns his livelihood by bearing false witness is put into the hell known as Avīci.
S.B. Capitulo 26 – A Description of the Hellish Planets
Estas son las maravillas y los temores que dan forma a los mitos y las leyendas de las antiguas escrituras. Es la fusión de lo divino y lo humano, el encuentro entre lo etéreo y lo terrenal. Más allá de la ciencia y la razón, se encuentran los misterios que despiertan nuestras almas y nos invitan a explorar los límites de la existencia.