Él rehuía de su pasado, de aquel pasado en el que quiso ser un monje y dedicarse a la vida espiritual, un camino que no pudo seguir pues su propio Guru le falló totalmente, lo dejó sin piso, quebró su fe e hizo pedazos todas sus esperanzas. Si, su Guru, a quien todos decían que había que mirar y apreciar como si fuera Dios mismo, le había fallado a Dios y a él, eso era todo lo que al final importaba, le falló a Dios y a él. Luego de ese momento, no hubo más fe en ninguna religión y se dedicó a reconstruir una fe en sí mismo, un cierto egoísmo propio que le permitiera volver al mundo y adaptarse, intentar no perder lo aprendido, no perder su bondad y cierta filosofía espiritual, pero la verdad es que aún seguía siendo vulnerable, aún tenía un vacío enorme en su corazón y su mirada. Aun aquel impulso, que lo llevo a volverse un monje por tantos años, vivía en él y parece que no iba irse nunca. Trató de socializar, de mezclarse en un grupo humano interesante, intelectual y artístico, pero, aunque la pasaba bien, de pronto alguna palabra o algo alrededor suyo, como si se tratase de un mensaje del destino, le volvía a recordar su camino y caía en el abismo de aquel vacío existencial.
Un día inusual, en el que las probabilidades extrañas se juntan y se manifiestan, un día en que de pronto recordaba todo con mucha fuerza, un día en el que hubiese querido tener un templo donde sentarse a cantar sus mantras y meditar y sentirse rodeado de una atmósfera totalmente espiritual, sentir el samadhi y sentir que su camino espiritual estaba intacto… un día así de inusual, mientras pasaba tiempo con unos amigos y amigas, de pronto vio pasar frente a si a una persona que le parecía conocida, observó con cuidado un momento tratando de saber quién era y entonces se dio cuenta que era otro antiguo monje, contemporáneo suyo y entonces una ráfaga de recuerdos vinieron a su mente, quiso ir a hablar con él y tener una conversación filosófica-espiritual de esas que difícilmente podría tener con sus amigos mundanos, pero ¡No!… algo lo detuvo, algo lo freno y pensó que todo sería simplemente otra burla del destino.
No era la primera vez que se encontraba con alguien que conoció en el templo y en esos casos vio que estas personas se habían desconectado aún más que él de toda esa espiritualidad por la que una vez prometieron caminar. Pero esta vez fue distinto, este antiguo monje llevaba consigo una convicción plena, una mirada que irradiaba desde el ser, una mirada que no había perdido la esencia de ser monje, de ser un renunciante, de encontrar un equilibrio entre el mundo y su ser… un equilibrio que él no tenía, que él necesitaba, que debía encontrar. Pensó en ir a hablar con este monje, pero no se atrevió.
El monje se fue y él se perdió en pensamientos de aquel pasado, de esos amaneceres austeros, de esas constantes predicas, de esa fe rebosante pero que no era real, sino una fantasía inventada por él mismo para hacerse una zona segura en el mundo. “De repente, toda mi vida es solo una fantasía creada por mí mismo” – pensó. “De repente nunca desperté realmente del sueño de Maya”. Entonces espontáneamente, llevado por un fuerza extraña en su ser, cerró los ojos y comenzó a invocar los mantras sagrados, sin importar lo que los demás pensarán y sintió que podía recitarlos cada vez más y más fuerte, de repente el mantra retumbo en sus oídos de modo increíble y su corazón comenzó a latir rápidamente, cierto éxtasis espiritual se apodero de él y entonces lanzó un grito largo e intenso. Despertó, estaba sentado en lo alto de una colina, en Bután, allá abajo podía divisar el templo en el que vivía. Se levantó, tocó su cabeza y notó que la tenía totalmente rapada y llevaba la típica túnica de monje.
Había logrado vencer una prueba más de su mente, aún faltaban muchas más, pero se sentía cada vez más fuerte. Bajo caminando feliz de saber que aún era un monje.